En sus palabras, destacó el papel de la Virgen María como modelo de apertura total a la voluntad divina, invitando a los fieles a seguir su ejemplo.
Comentando el pasaje evangélico de la Anunciación, el Santo Padre resaltó este momento como uno de los más trascendentales de la humanidad. En él, el “sí” de una joven de Nazaret, María, permitió la Encarnación del Hijo de Dios, marcando el inicio de nuestra redención.
“Es una escena que maravilla profundamente. Dios, el Omnipotente, dialoga con una joven pidiéndole que colabore en su plan de salvación. En ese instante, lo humano y lo divino se encuentran, como en la famosa pintura de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina, donde el dedo de Dios roza el dedo del hombre. En este caso, el toque divino acontece a través del ‘sí’ de María”.
El Papa subrayó que el saludo del Arcángel Gabriel como «llena de gracia» refleja el papel único de María como la Inmaculada. Su vida estuvo completamente al servicio de Dios, sin resistencias ni oposiciones a la verdad y la caridad.
“En María no hay obstáculos para la voluntad divina, lo que la convierte en un modelo de bienaventuranza para todas las generaciones. Por eso, nos unimos en su alegría, porque ella nos ha dado a Jesús, nuestra salvación”.
En un mundo marcado por el afán de poder y posesiones, el Papa Francisco instó a los fieles a abrir las puertas del corazón y la mente al Señor. Hizo un llamado a reflexionar sobre dónde se encuentra nuestra esperanza y felicidad, enfrentando los valores superficiales que a menudo nos presenta la sociedad.
“¿Dónde pongo mi esperanza? ¿En el dinero, el poder o en la misericordia infinita de Dios? ¿Dónde busco mi felicidad? ¿En el amor gratuito de Dios o en el afán de afirmar mi voluntad y mi yo? Estas preguntas nos ayudan a redescubrir lo esencial en nuestras vidas”.
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Finalmente, el Santo Padre animó a la comunidad a prepararse para la próxima apertura de la Puerta Santa del Jubileo, una oportunidad para renovar nuestra fe y acercarnos más a Cristo. Invitó a invocar la intercesión de María Inmaculada para que, a través de su ejemplo, el Señor habite en nuestros corazones y nos guíe en el camino de la vida.
“La Inmaculada nos enseña que decir ‘sí’ a Dios transforma nuestras vidas y nos lleva a colaborar en su plan de salvación. Abramos las puertas del corazón al Señor, que viene a nosotros lleno de amor y misericordia”.