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NOVIEMBRE
La oración por la almas de Purgatorio
Para redescubrir el sentido auténtico de la Solemnidad de Todos los Santos y la Conmemoración de los Fieles Difuntos, destinada a ayudar a los fieles a comprender que “cada palabra, acción y omisión tienen resonancia eterna” y que “nadie entra en el Cielo sin antes haberse purificado perfectamente”.
“Esposas muy queridas del Señor, que en la prisión del purgatorio sufrís indecibles penas, privadas de la presencia de Dios hasta ser purificadas, como el oro en el crisol, de las reliquias que dejaron las culpas. Desde esas voraces llamas, clamáis a vuestros amigos pidiendo misericordia. Yo me compadezco de vuestro dolor y desearía tener medios suficientes para satisfacer por vosotras la Justicia Divina. Pero siendo más pobre que vosotras mismas, apelo a la piedad de los justos, a las oraciones de los bienaventurados, al tesoro inagotable de la Iglesia, a la intercesión de María Santísima y al precio infinito de la Sangre de Jesucristo. Concédeles, Señor, a esas pobres almas el consuelo y descanso que anhelan, y confío también, almas agradecidas, en tener en vosotras poderosas intercesoras, que me alcancen del Señor la gracia para detestar mis culpas, progresar en virtud, vencer mis pasiones, y alcanzar la bienaventuranza eterna por siempre. Amén.
Entre las diversas iniciativas para redescubrir el sentido auténtico de la Solemnidad de Todos los Santos y la Conmemoración de los Fieles Difuntos, destaca la Oración por las Almas del Purgatorio, destinada a ayudar a los fieles a comprender que “cada palabra, acción y omisión tienen resonancia eterna” y que “nadie entra en el Cielo sin antes haberse purificado perfectamente”.
Además, se promueve la devoción de orar por los difuntos y la práctica de recitar esta plegaria, “para que un día otros también puedan rezar por nosotros”.
Oración a las Benditas Ánimas del Purgatorio:
“Esposas muy queridas del Señor, que en la prisión del purgatorio sufrís indecibles penas, privadas de la presencia de Dios hasta ser purificadas, como el oro en el crisol, de las reliquias que dejaron las culpas.
Desde esas voraces llamas, clamáis a vuestros amigos pidiendo misericordia. Yo me compadezco de vuestro dolor y desearía tener medios suficientes para satisfacer por vosotras la Justicia Divina.
Pero siendo más pobre que vosotras mismas, apelo a la piedad de los justos, a las oraciones de los bienaventurados, al tesoro inagotable de la Iglesia, a la intercesión de María Santísima y al precio infinito de la Sangre de Jesucristo.
Concédeles, Señor, a esas pobres almas el consuelo y descanso que anhelan, y confío también, almas agradecidas, en tener en vosotras poderosas intercesoras, que me alcancen del Señor la gracia para detestar mis culpas, progresar en virtud, vencer mis pasiones, y alcanzar la bienaventuranza eterna por siempre. Amén”.