Román Luna es un artista plástico con una condición especial, no tiene brazos. Su rutina es casi como la de cualquier persona, él mismo se baña y viste para trabajar, incluso se prepara un café.

Un día, cuando solo tenía 8 años, decidió salir a jugar a un trapiche en su pueblo natal. Su inocencia lo llevó a poner sus manos sobre la máquina y estas fueron cercenadas. Sin embargo, con el paso del tiempo se dio cuenta qué hay muchos motivos para celebrar la vida, que un episodio traumático no marca el destino, sino que supo convertir esta tragedia en una oportunidad para ser feliz y aportar algo al mundo gracias al arte y la pintura.

Hoy es artista plástico profesional también se dedica a la enseñanza, pues dicta clase a niños y adultos que tienen sus extremidades completas y es todo un ejemplo de vida y de superación.

Descubre su historia en el siguiente video.

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