Todos en algún momento hemos experimentado la soledad.
Un sentimiento que hiere y que llega a robar la calma del alma, pero en medio del sufrimiento, es Dios el que nos acompaña y nos da ánimos para levantarnos con más fuerza.
De la mano con el Padre todo es más suave, cuando tenemos a Dios en nuestro corazón la soledad no es sinónimo de tristeza.
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